sábado, 7 de abril de 2012

Tarapotinos Valientes


Esta es la imagen de un grupo de personas ciegas tocando instrumentos en el aeropuerto de la ciudad de Tarapoto. Me sorprende y me causa admiración cómo se enfrentan a los márgenes marcados por la sociedad y hasta a la discriminación. Ellos no se sienten discapacitados, no ven obstáculos o impedimentos y todos los días tocan su música afuera de un supermercado y se ganan unas cuántas monedas para que puedan comer. Tocan desde cumbia hasta música regional, y llevan años demostrando su talento, por lo que son muy queridos por un buen grupo de gente que ahora, hasta los contratan para algún agasajo o celebración, como en este caso. Ellos día a día no se rinden, enfrentan la vida, el mundo.. ¡¡SON VALIENTES!!

lunes, 2 de abril de 2012

Inocentes súplicas


Es muy triste ver la realidad que se refleja fuera de nuestra casa, en las calles, en la ciudad. Todos los días observo rostros inocentes que viven bajo esa sombra de la pobreza y de la explotación, todos los días pequeñas criaturas estiran la mano para pedirnos  ayuda, colaboración y para que hagamos posible que puedan comer ese día. Es difícil de explicar la amargura y el mal sabor que me causa tener que contemplar estos cuadros, saber que en nuestro país abunda la explotación de menores. Simplemente, son niños víctimas del abuso de sus padres, que a diario y en condiciones peligrosas, cambian los juguetes por llevar consigo una bolsita de caramelos que deben vender por completo, y así ayudar a su familia que se encuentra en total miseria.
Me lamenta tanto escuchar esas voces que piden colaboración, que sólo necesitan un sol, percibir esa sensación de ternura e indignación a la vez. En mi mente y en la de muchos, está la esperanza de algún día poder revertir esta situación, de acabar con el trabajo infantil, que dejen de ser los niños los vendedores ambulantes e incorporar a los padres al trabajo decente.
Yo también fui niña, tengo ahora a dos hermanas menores que también lo son y se me escarapela el cuerpo de tan sólo pensar que nosotras hubiésemos podido atravesar en algún momento tal situación, pero gracias a Dios tenemos la dicha de haber nacido en una familia muy bien constituida  y que siempre se esforzó por darnos lo mejor.
Estos pequeños, deberían reemplazar las pistas y las avenidas por las escuelas y cambiar sus herramientas de trabajo, como las golosinas o los lustra zapatos, por los cuadernos y los lapiceros; recibiendo así la educación que se merecen. Todo esto, se lo deberían brindar sus padres.

lunes, 26 de marzo de 2012

Salvavidas por un día


El verano pasado, a tan solo un día de mi cumpleaños, mi familia y yo asistimos a un almuerzo en casa de una de mis tías. Como suele ser en la ciudad de Tarapoto, el calor era intenso y a todos nos provocaba entrar a la piscina, y mucho más a los niños incluyendo mis dos pequeñas hermanas. Estuvimos dentro del agua un buen rato hasta que llegó la hora del almuerzo, yo las había estado cuidando, una de ellas si sabía nadar mientras que la más pequeña tan solo tenía 3 años pero le encantaba jugar en la parte meas baja. Quise salir junto con ellas del agua pero al igual que los demás niños, ambas se resistían, decían que aún no tienen hambre y querían seguir jugando un ratito más. A tanta insistencia, consulte con mi mamá sobre si dejarlas dentro o no y aceptó, pues nosotros estaríamos alrededor mirándolas y sólo aconsejamos a la menor que no intente pasarse a la parte más honda. La comida estaba deliciosa, entre todos conversamos, bailamos y nos reímos un montón sin perder de vista a los niños dentro de la piscina y todo parecía estar muy tranquilo, e incluso junto con mi mamá estuvimos contemplando un rato cómo jugaban. Pero de un momento a otro, Massiel, la menor de mis hermanitas avanzó hacia Alicia, la más grande, dando un paso en la parte honda y ocasionando el grito y la desesperación de mi mamá y de todos los invitados que voltearon a ver qué sucedía pero en unos pocos segundos, yo ya estaba dentro del agua con ropa y zapatos encima, pues tenía que salvar a la más pequeña de la familia. Y así fue, la saqué a tiempo y sin mayores sustos, aunque nos tomó unos minutos salir del asombro y la preocupación.